¿Te ha pasado alguna vez que has sentido que un espacio te ha hecho sentir intranquilo o por el contrario tranquilo, motivado, emocionado? O te has preguntado ¿qué es esa sensación tan desagradable cuando te has encontrado desorientado en algún lugar, y es difícil hallar la salida, luego sientes que te frustras y quieres salir de allí? O esa sensación de relajación, plenitud y bienestar que has sentido al ver el mar o al visitar un paisaje natural, ¿seré el único o única que lo siente? Y ni hablar de cómo nos reconforta el sólo pensar en nuestra casa limpia y ordenada, hasta sonreímos solamente con la idea.

La respuesta a este y otros tantos interrogantes de cómo el espacio construido nos afecta y cómo reaccionan nuestros cerebros es un campo de estudio que está comenzando a desarrollarse hace no más de una década y es lo que se conoce como Neuroarquitectura.

La neuroarquitectura, como su propio nombre dice, está basada en cuestiones neurológicas y tiene como objeto de estudio el cerebro y sus procesos mentales.

Se enfoca en entender principalmente el efecto de los ambientes en las personas, teniendo en cuenta la personalidad de cada individuo.

Tiene su raíz en la neurociencia, que tiene como foco y objeto el estudio del cerebro y de los procesos cerebrales, el funcionamiento de las partes, entender la reacción de los neurotransmisores, ondas cerebrales y cómo eso influye en nuestro comportamiento, basándose en pruebas científicas.

Esta rama en la que arquitectos y neurocientíficos trabajan juntos, tiene en cuenta factores como la ubicación de ventanas, los ángulos de las paredes y del mobiliario, los colores, las texturas, los espacios abiertos y los sonidos, entre otros muchos.

La forma en que percibimos los espacios que habitamos se encuentra dotada de experiencias que cargan de significado la existencia del ser humano.

Diseñar estos espacios es pensar de forma integradora, es adentrarnos en la condición de las personas al habitar y en los componentes que constituyen estos espacios.

Delimitar, configurar, organizar y ambientar, embellecer un espacio, pero sobre todo generar experiencias perceptivas a través de los sentidos, serán recursos que determinarán el valor y significado de cada espacio para ser capaces de generar respuestas cognitivas en el actuar y en la memoria de quienes lo experimentan.

Si esto tiene un gran efecto sobre los adultos, en los niños se ve aún más acentuado, ya que suelen ser más perceptivos. Por eso es un factor clave a tener en cuenta a la hora de diseñar el entorno escolar.

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